Me subo el largo de la falda y me instalo detrás de la gasolinera, siempre que la decadencia así lo aconseja.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Coplillas a la Monja Alférez

En Catalina de Erauso
y Pérez de Galarraga
encontramos a la monja
con más cojones de España.

Sin saber bien cuándo nace,
Por haber baile de cifras
En Donosti se complace
en ver la luz, la chiquilla.

Por ser hija de su padre
y mamar de la milicia
todo el mundo le supone
contumacia y rebeldía

Sin olvidarnos tampoco
que a las niñas por entonces
No es que ni mucho ni poco…
¡Es que no había ni opciones!

Al convento, bien pequeña,
de cabeza y sin mantilla
Se la llevaron interna
p’a educarla, ¡así es la vida!

Para enseñarle a cumplir
todas las obligaciones
que por haber sido hembra
imponían los señores.

A cumplir con las tareas
que Dios siempre exigiría
Hasta que marido venga
a suplir a "Señoría".

Mas la vida del convento
no era acorde a sus manías
Y decidió sin lamento
que el hábito, ¡PA SU TÍA!

Con los quince cumplidicos
Se puso los pantalones
Cortóse el pelo cual chico
Sin pedir explicaciones.

Mil caminos y aventuras
corriose por Vascongadas
andando,  por su feura,
siempre al loro y disfrazada.

Ni el bendito de su padre
-quien como loco buscaba-
a la niña descarriada-
supo verla en aquel mozo
que en Valladolid hallara.

Y decide la chiquilla
sin más causa que su gesto
poner tierra de por medio
haciendo escala en Sevilla.

Y allá en el puerto de Cádiz
disfrazada de grumete
se mete en el primer barco
y hacia Chile que arremete.

Por valiente y buen soldado
a alférez de infantería
el capitán don Gonzalo
la asciende con alegría.

Rivalizando en valor
con numerosos soldados,
fortaleza y heroísmo
va la monja derrochando.

Arreando buenas tundas
a los indios araucanos
con arcabuz o mosquete
le da igual un peruano.

Vaya arrojo la zagala…
Mataba y asesinaba
quemaba buenos sembrados
también batallas ganaba.

Siempre puso por testigo
para sus grandes hazañas
defender al rey -la Patria-
Y la fe (mueve montañas).

Pero un día la pillaron
y sin más escapatoria
a riesgo de ser ahorcada
confesó que tras las armas,
y debajo de las calzas,
si miraban con denuedo
una gran mujer hallaran.

El obispo ya flipaba
con las cosas que contaba
y tras minucioso examen
vieron que sí, ¡QUE CUADRABA!

De vuelta a casa llegada
Felipe IV de España
le mantiene su importancia
y las calzas que llevaba.

Aquí termina la historia
De la Monja Alférez, vaya
que sin ser monja ni nada
La que lió, ¡Dios!, la pava…

*Trabajo de clase para el examen del 16/11/2013

1 comentario:

  1. Te iba a escrevir en verso, pero se me han arrugado los arrestos. Qué narratio, vaya ritmo, cada ficha en su lugar, qué delirio, vaya dicha, sale airosa del agravio y otros gozan su cantar.

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