Me subo el largo de la falda y me instalo detrás de la gasolinera, siempre que la decadencia así lo aconseja.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Otonio IV

Acabas de hacer el checking en mi agenda y ya me tienes en el bote, ladrón. Con tu imperturbable estilo. Tu paragüitas al brazo, un buen trozo de pan casero en el macuto y ese eterno quilombo que llevas siempre en el bolsillo central del peto, infestado de castañas, viejas entradas del Aquopolis y monodosis de boletus aereus. Eres el gentleman de los equinoccios, mi vida, sólo te falta el bombín y en mi cabeza lo llevas siempre puesto.
Los indicios de los días más cortos, de las mañanas frescas y las noches largas no son nada comparado con el olor. Si el verano huele a pastoso gel de coco, tú hueles a umbría, a humedad, a resfriados gangosos, a cuellos vueltos. A cebollas y a calçots, a rúcula, guisantes y repollos. A membrillos con almíbar, a un buen guiso con patatas, a crema de calabaza con naranja. A hombre. 
 
Sinceramente, estaba hasta la polla del olor a barbacoa, y en el fondo me divierte ver cómo juegas con nosotros tal que fuésemos los personajes de aquellos recortables de papel de mi infancia, a los que podíamos vestir con un biquini, un gorro de lana y unos zapatos de tacón y nos daba igual todo: la temperatura ambiente, la moda y hasta la mismísima dignidad humana. Nos tocas los cojones con mucha gracia, con tus bandazos atmosféricos que ya has convertido en marca blanca, en denominación de origen. Si tuvieras que volver a encargar el logotipo de tu empresa te recomiendo que evites la puta hoja ocre cayendo y te pongas un emoji muerto de risa, que te representa, no sé si más, pero sí mejor. Yo disfruto, en serio, aunque no tanto como para volver a sacar las sandalias. Por ahí no paso.
Pero me molas. Me pareces divertido, guasón, astuto, bello. Con ese punto a mitad de camino entre lo decadente y el Bayles, entre las ganas de farra y el asesinato.
Lo que no te perdonaré nunca es que cada vez aguantes menos follando.
Un beso.


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