Acércate sin prisa, que si me tienes ya dispuesta como una portería sin conserje, ganamos el torneo. Cuando una mujer abre las piernas sin aviso, cualquier voyeur al dente será capaz de verle el heart latiendo.
No somos ejércitos, recuerda. Las embestidas, de los toros; y así como cuando encuentras por el campo un diente de león no te acercas como un loco a escupirle el aire, sino en lento y delicado sopleteo, de igual forma ven a un coño, que al final te colgarán medalla, pues no siempre bajar una cabeza tiene por fuerza que ser al descabello.
Démonos un festín, tú comensal, yo bogavante entera. Babette será tendencia en mis entrañas mientras dure la meseta.
Démonos un festín, tú comensal, yo bogavante entera. Babette será tendencia en mis entrañas mientras dure la meseta.
Hónrame con tu aliento entre mis piernas, verás cómo mi monte sí es orégano; y azúcar, y fumet de gambas, y palafito en la marisma salobre de mi aldea.
Presióname los labios con tus labios, dibujando pentagramas de saliva en mis riberas. Muchos. Cientos. Musicalmente, qué melodía es comparable con dulces jugos resbalando en allegretto. Despacio, no tengas prisa. Si decides abrir los ojos un segundo, y levantar la vista hacia la cumbre, podrás ver que, si es por enigma, todas llevamos una Gioconda dentro.
¿Sabes cómo se atraca un banco? Pues así no. Una mujer abre su caja fuerte de buen gusto a punta de lascivia, obscenidad y letras. No tenemos que envidar ni cotizar al alza, tú pones la lengua, yo el parqué, y a barnizarlo -arriero- yo te enseño. Y si engancho tu cabeza con mis manos no imagines que es por miedo: es por Eros, que se sienta enfrente a grabar un primer plano del empeño que chorrea por tu boca, por mi vientre, por tu beneficio neto. Por la sábana bajera y hasta bien entrado el entretiempo.
Húrgame lo eréctil, que hace frío. Que los días son eternos lubricando sola y aprendiendo nuevas formas de mover los dedos para no caer en la rutina de lo viejo. Insiste con lo tierno, insiste, insiste, insiste. Repetir meneos es la clave, toda vez que me oigas, obstinada, en el jadeo.
Invéntate bandazos, temblores nuevos; a tomar por culo el clasicismo aburrido de los vivos-muertos que repiten movimientos aprendidos en la clase de Historia del Deseo, no les copies el apremio: disfruto más con tu disfrute que con mi propio traqueteo.
Si me sujetas los muslos mientras tanto, aventúrate a mover las manos hacia el centro comercial de mi entrepierna. Compra, compra compulsivo, entra por mis tiendas, bírlame el escaparate, pásame sin premura la tarjeta de tu lengua, una vez, doscientas lenguas: me instalé un datáfono constrictor que asegura bien la compraventa.
¿Ves aquel vestido que está tirado -ya es cadáver- en la moqueta? No me lo pongas nunca.
Vuelve a empezar.
Vuelve a empezar la juerga.
Vuelve a empezar.
Vuelve a empezar la juerga.
Menuda mierda gorda y pretenciosa.
ResponderEliminarPero no hablemos de ti; ¿qué te parece la entrada de Venus?
Eliminar!!
ResponderEliminar"aventúrate a mover las manos hacia el centro comercial de mi entrepierna".
ResponderEliminarNo intentes hacernos creer que eso es una metáfora.
Qué brutal.
ResponderEliminarY a quien hay que matar entonces para que esto se vuelva realidad, al portero?
ResponderEliminarYo quiero que me contrates de becario... o mejor en prácticas... pero tengo que repetir, que soy lento aprendiendo....
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