Me subo el largo de la falda y me instalo detrás de la gasolinera, siempre que la decadencia así lo aconseja.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Las sesenta y nueve sombras del grey.

Que os dejáis llevar por el gris, que yo lo sé.
Que se os mete por debajo de los pantalones y os contrapesa el cerebro, y os termina pringando la cenicilla que deja al serpentear por vuestras rodillas y vuestros glúteos, mientras miráis la vida pasar sin hacer nada para follárosla despacito, qué remedio, es todo tan gris...
Que os abrís las gabardinas, si supierais lo que significa eso, para que os cale bien dentro el gris, con toda su gradación de blancos y negros, a los que estáis más que acostumbrados por pura vaguería, quién no piensa que es mejor odiar o amar locamente, con todas las vísceras a un tiempo. Menuda big band sentimental estáis hechos...
Que os sentáis a la mesa comiendo en gris, masticando ensalada de apatía y tomate, desidias a la plancha con guarnición de vacíos y, de postre, un plátano gris que os coméis sin gracia, sin hacer monerías, sin ser capaces de imaginaros siquiera que os estáis comiendo un buen rabo.
Que os dejáis llevar por el gris los lunes, los domingos, los viernes por la noche, que os da igual el día. Que a lo mejor en verano lo veis todo un poquito más gris caldoso, la pena es que no siempre es verano, claro, ni siquiera en agosto. Que os parece gris trabajar, vendimiar, ver la tele, montar muebles de Ikea, comprar cacao soluble barato, barajar opciones, sufrir por amor, rellenar croasanes o encuestas, llover, idealizar miradas, mear las paredes, despiojaros mutuamente y freír sardinas.

Pero que os dejáis llevar mal.

Que mirar gris es bello, y respirar gris también. 
Que somos grises y -de tarde en tarde- si llueve manso, arcoíris.
Y bien bonitos.

3 comentarios:

  1. Me has dejado con ganas de más. Tus pocas entradas saben a poco. Escribe más.

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  2. Acabo de leer su reseña en braille de quesitos. No puedo no participar de su pollockio, aunque no sé escalar al pedestal de mármol viejo, porque declino carrarense. Pero como somos de nacer cínico, clavando encías a todo vivo, el crecer no lo iba a ser menos, así que mordisqueamos la ceniza hasta el hastío. Y el relieve suena a mito, porque nos encantan los mitos y atizar el brasero un par de veces (el jolgorio).

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