Me subo el largo de la falda y me instalo detrás de la gasolinera, siempre que la decadencia así lo aconseja.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Madurar es aceptar las tetas que tienes

A casi todas las mujeres en algún momento de nuestra vida se nos llena la boca diciendo "soy una mujer lo suficientemente madura para tal cosa o para tal otra", y de repente aparece un día un hombre y te pregunta qué cojones significa eso. Y escribes un post, que eso no sé si es un síntoma de ser una mujer madura pero alivia bastante la parte de morderte la lengua.

Madurar es adquirir pleno desarrollo físico e intelectual. Pero así definido, tan contundente, hijo, tan soso, tan científico, pareciera que madurar es una puta mierda, comparado con "respirar", "follar" o "comer".

Una mujer madura no es la más vieja, en eso estoy de recuerdo; pero necesariamente el tiempo de exposición al sol y el agua ingerida a través de las raíces, ayudan a glorificar la fruta de su plexo solar. 
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Carmen.Fruta.Madura. por Carmen María García

Tampoco es la que más emociones siente, sino la que sabe que la mayoría de ellas tienen ya nombre y apellidos, son viejas conocidas que han hecho hace años la visita de buena vecindad, hola, soy Miedo a la Soledad, llevo algunos meses viviendo en la casita de enfrente y te he traído un pastel de zanahoria con sayo de fondant al chocolate con naranja. Pues mira, hijo, pasa y siéntate, que ya soy una mujer madura y me atrevo incluso a ponerte un nesquik para acompañarte en la orgía. 
La diferencia entre una mujer madura y cualquier otra no está en sentir o no sentir, correcto. Y por supuesto, tampoco está en la edad ni en las arrugas, sino en la capacidad elástica de tu santo coño para poder metértelo to pa dentro. El dildo de la vida es enorme, y sobre todo, muy largo.
La mujer madura ya no tiene brazos, y en su lugar viste chalecos salvavidas. Y prescinde de las escaleras: sube y baja peanas a pulso, a donde les alzan y de donde las empujan a diario sus hijos, sus  maridos y amantes, los vecinos, sus jefes y todo dios que se empeña en que fortalezcan los glúteos por su propio y estilizado bien.
También lloran, las mujeres maduras. Y se mosquean y se frustran y se sienten vulnerables. Pero con estilazo. Esa es la clave, y punto: los mocos dejan de ser un problema para convertirse en un complemento, la angustia es como la madama de un puticlub, de la que conoces algún punto débil -tipo los helados creativos- y salir corriendo al baño para limpiarse los chorretones de rímel lo consideran tiempo que ganan para preparar una maniobra de auto-ayuda.
Las mujeres maduras fracasan también, efectivamente. Y se equivocan, y meten la pata, y son malas personas, algunas, y tienen sus vicios. Pero mira, lo aceptan. Soy una puta, sí hijo, pero esto es lo que hay. O soy un poco torpe leyendo el mapa. También. Pues cógelo tú mientras conduces, a ver si puedes hacer las dos cosas a la vez. La mujer madura se acepta, ha alcanzado su nirvana particular en el tema de los complejos, ya no está para muchas chuflas y como -normalmente- ha roto relaciones con la ley de la gravitación universal hace unos años pues mira, que les jodan a los cánones clásicos de belleza. La mujer madura se sube en una de las dos carretas del famoso refrán y te la lía parda.
Una mujer que coge la mochila de reflexionar fuertecito y sube la cuesta de las Preguntas Complicadas, para sentarse a la sombra de un olmo viejo a contestar "¿qué es ser una mujer madura?", es una mujer madura ya de entrada. Y luego encima te lo explica, pero con sus palabras, que no necesita tirar de diccionario para decirte las cosas claritas como las ve ella.
La mujer madura es un universo en sí misma, tan compleja como cualquier otra mujer, pero con los mimbres ya bien trenzaos. Eso no significa que el agua se vaya a mantener en la cesta, pero puedes meter los huevos sin miedo a que se te espanzurren por el suelo.
Y otro detalle encantador: las metáforas son su fuerte. Eso lo sé porque conozco a una.

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