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Que comprendan por fin que el destino siempre va unido a cada uno y no les dé miedo separarlo cuando duden, que se acuerden de Cervantes, de Jiménez, de Unamuno, aunque sea para cagarse en su puta madre. Y que no se olviden de la muda, que es la única que dignifica al Hombre.
No sufras, hija, sólo imitan las letras y tampoco hay tantas.
Podrán escoger las que tú escoges y agruparlas en el mismo orden, pero nunca podrán apropiarse de tus vómitos, de la fresca manera de proferir arcadas con los dedos, ni de los relámpagos que engalanan tus tormentas cuando menos te lo esperas.
Contar los mismos chistes no es delito, ni repetir jerigonzas o chascarrillos. Se podrá calcar el aforismo, el apotegma o la ocurrencia.
Domeñar metáforas es otra cosa.
Condensar la esencia del ingenio en una sacudida eléctrica sobre fondo blanco no lo sabe hacer cualquiera.
Que copien, hija. Que copien letras.
Tú escribe.