Me subo el largo de la falda y me instalo detrás de la gasolinera, siempre que la decadencia así lo aconseja.

martes, 25 de septiembre de 2012

Otonio.

Sobrevaloremos un rumor de hojas aún verdes y subámosle una rayita a la rever de esta melancolía incipiente.
Cambiemos las barbacoas por las botas y los bronceadores por algún eufemismo antiarrugas.
Decoremos los cristales de las ventanas con momentáneas gotitas del sudor de un último polvazo.
Canalicemos todas nuestras esperanzas en un cuello vuelto.
Argumentemos sin decoro que lo gris nos pone más tristes de lo normal y que somos capaces de ver animales mitológicos en las formas de las nubes.
Saquemos a relucir los recuerdos.
Agüemos los amores de verano.
Reconciliémonos con el sofá, esa zorrita.
Apretemos para que ya sea otoño.
Rápido.


Si se quiere, claro.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Miss Catalonia

Yo una vez quise ser independiente.
Adueñarme del espacio de los que se acababan de ir, decorar las paredes con mis bragas, cuestionar las moralejas, llegar a una hora inconveniente, explicar las cosas a mi manera, abofetearme fieramente con el colorete, subirme la falda hasta cotas insospechadas, desdeñar los clavos más calientes, manifestar mi sabiduría sin esperar a que me preguntaran, argumentar con conceptos recién descubiertos, inventar currículo, escalar a unos tacones recién abandonado el chupete, retar a un duelo a las vecinas, cartearme con desconocidos, ir a comulgar nada más cometer el pecado, mover los labios mientras el rosario, conducir sin carné, descubrir rutas alternativas, probar sabores nuevos, abrirme de piernas, amenizar cotarros, meter una mayoría de edad en una urna transparente -¡transparente!- prender fuegos a mi aire, catapultarme a la fama, escribir mi nombre mientras meaba y raparme el pelo.
Pero llegó un día mi madre y me metió una hostia sin mediar palabra.

Ahora soy muy independiente.
Tengo mucho espacio vacío deseando que lo llenen casi todos los que se han ido, las paredes son de gotelé, utilizo masivamente los refranes, me faltan horas, no sé explicarme, me maquillo discretamente, siempre llevo los pantalones en mi casa, me agarro a cualquier madero que flote por el río, hablo poco, me quiero jubilar, sigo subida a los tacones, no conozco a mis vecinas, intercambio letras con desconocidos, ni comulgo ni trago, me gusta conducir, siempre hay rutas alternativas, el sabor, clásico, me abro de piernas menos de lo que me gustaría, los cotarros me aburren si hay más de dos personas, ya no voto, el calor excesivo me agobia, intento pasar desapercibida, meo sentada y me pinto el pelo de colorines siempre que los desengaños así lo sugieren.
Es cierto, madre. Para qué tanta prisa.