YO: -Señora, si me apetece hacer un poema dónde hay que inscribirse.
ELLA: -La matrícula de los pre-poetas es más cara que un gintonic de ginebra francesa con truños. No me mires con esa cara. ¿O acaso crees que no debería serlo?
CORIFEO: Pero aprender a rimar sólo es posible si te has comido la tierra de pequeña, niñata, masticando con ella los lapos de cualquier gañán accidental, qué turista ni qué pollas
mira no me no me...
YO: -¿Me calculas?
ELLA: -Dividir un día en estrofas, qué bonito, te parecerá bonito. Pues veamos:
Cada paso que camines una letra, que se agrupan en ridículos saltitos -son las sílabas-; una carrera a ver quién llega antes a comerse el bollo a la puerta de esa escuela, una frase; las veces que espachurras tu conciencia sobre tal o cual prejuicio, te hace la estrofa. Tantas sensaciones de vacuidad tengas, de supermanes, de hombres-lobo disfrazados de abuelitas, de ex lolitas, contracturas en las muelas o carámbanos que cuelguen de tus tripas, tantos poemas.
CORIFEO: Total a pagar: treinta piezas de plata.